Prólogo de El lugar de las sombras
Luciana, la narradora de esta historia, llama El lugar de las sombras a un paraje en el recinto interior a donde van los que sufren, especialmente los deprimidos, quienes padecen esa incapacidad para dormir que va doblegando la voluntad hasta robarnos el deseo de vivir, la fuerza para sobrellevar la existencia, y que -en muchos casos- acaba con la existencia misma.
Ese nobre, Luciana, se compone de las palabras luz, cuyo significado es la claridad del mundo, el sol radiante, el día, el camino de lo bueno y del bien... Y Ana, que es como una montañita con las dos puertas: una de entrada y otra de salida, o al revés... Suma que en la novela puede interpretarse como el camino en los dos sentidos, el de la entrada en las sombras, o el paso liberador de la sombra a la luz, de la muere a la inmortalidad.
Luciana es eso: el ser sensible que se sobrepone a la adversidad de la depresión y, en una lucha íntima y secreta, logra vencer a la enfermedad e imponerse a la vida, hasta convertirse ella misma en el faro que ilumina el camino de los afligidos al hacerse solidaria en sus penurias.
Esta es la primera novela de Maritza Franco. Es el resultado de un largo proceso de aprendizaje en la vida y en los talleres de literatura. Por la frágil humanidad de los personajes que aquí aparecen y por el dulce amor que les prodiga su narradora, está destinada a convertirse en una revelación para sus lectores: revelación frente al dolor de ser y lección para afrontar las penurias de la aflicción oculta.
¡Qué bella novela escribiste, Maritza!
Luis Fernando Macías
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