Samsara
Radionovela
Autores:
Maritza Franco Alzate
Emilio Alberto Restrepo Baena
Juan David Rivas Correa
Estudiantes de especialización en literatura comparada
Facultad de Comunicaciones y Filología,
Universidad de Antioquia
2023
Presentación
Buscando diferentes formas de expresión que alimenten y estimulen la creación literaria y buscando integrar las distintas artes, les presento a lo lectores del blog un experimento de literatura comparada: la integración de tres textos literarios de narrativa de ficción que se fusionan en un guion, grabado a manera de radionovela que respeta el formato (personajes, efectos, sonidos, música incidental, voces histriónicas, etc). Incluimos el texto del guion para que sigan las líneas y se sumerjan del todo en la propuesta. Esperamos que sea de su agrado.
La presente propuesta está enmarcada en algunos de los presupuestos en los que se ampara la Literatura comparada. Ahora bien, para realizar dicho ejercicio de escritura se tuvieron en consideración tres narraciones, siendo la primera de ellas la que profundiza en el origen del apellido Borges, que fue utilizada como hilo narrativo con el propósito de hilvanar la historia del rey David con el origen de Normandía. De esta manera se lograron encontrar elementos comunes que permitieron construir una historia cerrada, en la que emergen similitudes y diferencias a partir de los elementos metodológicos de la onomástica (etimológico, semántico y pragmático), de las instancias cosmográficas (macrocosmos: alphaoperatorio y betaoperatorio; microcosmos: alphaoperatorio y en punto de fuga y, los personajes) y, finalmente, desde las ontologías especiales (material primer genérico, material segundo genérico y material tercio genérico).
De conformidad con lo anterior, la expresión narrativa literaria se vale de muchos recursos: en el que destaca el escrito como: la novela, el cuento, la crónica; está el audiovisual: en el que ocupa un lugar importante el cine y el guion como un instrumento literario; por último, el formato sonoro, en el que sobresale el podcast, quien ha cogido fuerza en los años recientes; y algo relegada por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la radionovela.
Están última se puede entender como: “(…) una dramatización radial entregada por capítulos, la radionovela ha sido un gran vehículo de comunicación y recepción entre los públicos latinoamericanos. A través de ella, se construye, se estructuran y se interpretan realidades en torno a un eje temático” (Escuela de Artes Visuales de la Universidad Pedagógica Nacional, 2010, párr. 1).
Conjuntamente, la radionovela tenía una amplia aceptación en el pasado, gracias a que se alimentaba de recursos cuyo propósito era atrapar al oyente por medio de la trama de la historia, haciendo uso del juego de voces entre los personajes y de sus descripciones físicas, la ambientación (instancias cosmográficas), los efectos de sonido, la música, el silencio, el manejo del lenguaje cotidiano y coloquial; de tal manera, que el público lograra implicarse emocionalmente con lo que le sucedía en el desarrollo de la historia.
Por otro lado, este género radiofónico es considerado uno de los primeros referentes de las telenovelas, quien durante mucho tiempo tuvo gran acogida entre los oyentes por sus temáticas basadas en la realidad o en la fantasía. Sumado a esto, apelaba al sentimentalismo o a la necesidad de vivir las aventuras en el cuerpo del otro, que usualmente era un personaje idealizado, heroico, dotado de inteligencia, arrojo o valor excepcionales. En su evolución histórica, vivió su edad dorada a mediados del siglo XX, pero fue desplazado por otras plataformas como: el cine, los medios escritos, la televisión y, con toda la fuerza, por la Internet.
El propósito consiste en integrar las narraciones de manera armónica en un solo texto, con una lógica conductiva que siguiera un hilo narrativo, del cual deriva un guion de radionovela con cada uno de sus componentes. En tal sentido, las tres propuestas de investigación-creación se integran en un guion de radionovela que recoge diferentes elementos aportados por cada una de las historias, y en especial toma como referente el cuento El Aleph de Jorge Luis Borges*.
*Cuento El Aleph, 1949. Borges, J. (1974). Borges obras completas. EMECÉ EDITORES. 1974, p. 535
Guion de la radionovela: “Samsara”
(Música de gesta gloriosa)
Narrador
En el palacio del rey Felipe Augusto de Francia, el monarca nombró chevalier de Bourges al valiente caballero Rodrigo de Annes, por su cruzada en contra de los cátaros al expulsarlos de la ciudad.
Rey
Y por mandato real, te nombro caballero de Bourges, noble hidalgo Rodrigo. Tu valor al defender a nuestra amada religión y a la ciudad, es un ejemplo para todo el reino. Tus hazañas serán cantadas en todos los rincones. La sangre de los caídos te glorificará y tu nuevo nombre, Rodrigo de Bourges, dará fe de ello. A partir de ahora serás Bourges, por la gracia de nuestro señor. Toma la espada.
Rodrigo
Gracias Monsieur. Es un honor
(Música de gesta gloriosa)
Rey
Toma posesión de tu castillo en la Ciudad de Bourges. Te lo has ganado. Has dejado la región libre de infieles, ni los cátaros ni los albigenses se atreverán a volver a mostrar sus duras testas por la región.
(Música heroica)
Narrador
Una vez expulsados los herejes del territorio de esta región de Francia, la Tercera Cruzada contra los enemigos de la iglesia siguió por otros rumbos. El Rey continuó en su lucha contra los enemigos de la cristiandad y contra los ingleses, y Rodrigo Bourges, con su nuevo título a cuestas, retornó con algunos de sus hombres para señorear en el castillo reconquistado en la ciudad de Bourges.
(Sonidos de galope de muchos caballos)
(Sonidos de puentes de madera bajando, sonando como goznes sin aceite y de enormes puertas que se abren y cierran)
Narrador
Una vez en sus aposentos, Rodrigo se sentía solo, vacío. Extrañaba los años que pasó en la pradera y el fulgor de los combates. Pensaba que tal vez era hora de regresar a Portugal, su tierra, en busca de su prometida que lo esperaba ansiosa. Tal vez, ya sí era hora de echar raíces y conformar una familia
(Un aullido de perro-lobo en la distancia)
Rodrigo
Este castillo es muy grande y callado. Me hace falta un poco de acción. Servidme algo de vino; decidme, ¿hay perros en esta región? No los he visto aún.
Sirviente
No siempre es tan callado.
(Sonido de líquido en vaso)
En ocasiones unos extraños ruidos, inclusive los ladridos que habéis escuchado, perturban la paz de esta sala. Os sugiero, señor, que paséis del comedor a la biblioteca. Allí no serás molestado. Y tenéis razón, mi señor, también he escuchado ese aullido y otros ruidos…
Rodrigo
¿Ruidos? ¿Y de dónde provienen? ¿Qué tratáis de insinuarme?
Sirviente
No os molestéis señor y disculpad mi insolencia. Os contaba que en estos rincones se escuchan ruidos cuyo origen no se precisa. Pero no os quiero preocupar. No me gusta enfrentarme a cosas que no entiendo, como si fueran asuntos del maligno y os pido permiso para retirarme.
(Sonido de puerta pesada al cerrarse. Música de tensión)
Narrador
Rodrigo se quedó pensativo y curioso. Durante los siguientes días, habiendo descansado y recuperado sus fuerzas después de las largas jornadas en los campos de batalla, se dispuso a recorrer los rincones del castillo. Todo parecía normal, nada llamaba especialmente su atención. De esta manera, Rodrigo se regocijaba apreciando las obras que se encontraban en las paredes de los pasillos. Muchas de estas pinturas ajadas y cuarteadas, pareciera que fueran de las antiguas familias que habitaron allí. En el comedor, la chimenea seca y empolvada indicaba el poco uso de los últimos años. Hasta que una mañana, mientras el sirviente servía el desayuno, el sonido de una cascada interrumpió el silencio.
(Sonido de cascada y de río)
Rodrigo
¿Escuchasteis? Estamos adentro y suena como agua golpeando piedras. ¡Muy raro eso!
Sirviente
Y no solo eso mi señor, ¿ya escuchó la voz de una niña?
Rodrigo
¿Niña?, ¿qué niña?.. ¿Acaso hay una niña acá?
Narrador
Rodrigo se levantó y al mirar el suelo, vio una tapa de madera, debajo de la mesa del amplio comedor
(Sonido de muebles moviéndose y chirriando)
Rodrigo
¿Qué es esto? ¡Un sótano! ¿Hacia dónde conducen estas escalas?
Sirviente
No, no…no sé mi señor. Y le digo de corazón y perdone mi cobardía, preferiría no saberlo.
Rodrigo
¡Traedme un candelabro, bajaré para averiguarlo yo mismo!
(Música de suspenso)
Narrador
Y el caballero Rodrigo, alertado en su curiosidad, bajó las escaleras iluminado con la antorcha que le pasó el tembloroso sirviente, quien rápidamente se escabulló del recinto.
(Pasos de botas andando lentamente, como bajando unas escaleras)
(Ruido de cascada, ruido de perros en la distancia)
Narrador
Bajó las escaleras con cautela mirando a lado y lado; entre las sombras que dejaba la luz de la antorcha y quitando las telarañas que encontró a su paso, vio el reflejo de un pequeño lago. Al terminar el último escalón, sintió el suelo movedizo. Inclinó la antorcha para iluminar y vio una sombra curva que simulaba una serpiente que no reptaba, era circular y se mordía la cola. Una fuerte luz pareció cegar sus ojos; una especie de nebulosa giraba incandescente llenando de relámpagos todo el sótano.
(Ruidos de truenos y sonidos de nubes que chocan, como de una tormenta seca)
Rodrigo
Señor, dame fuerzas para soportar esta aparición, hazme instrumento de tu voluntad en contra de Satanás, ayúdame a tener valor para enfrentar cosas que no conozco ni logro descifrar. Quita con tu flama este frío que hace temblar mis huesos y mi carne.
(Sonidos de corazón latiendo rápido y duro)
Narrador
Tirado sobre el piso, un hombre extrañamente vestido parecía dejar perder su mirada en esa especie de remolino que giraba y giraba como un torbellino que se envolvía sobre sí mismo.
(Sonido como de un viento fuerte que gira como un remolino)
Narrador
Rodrigo permaneció atónito, con la antorcha en una mano y la espada en la otra, de pie ante la aparición de luz circular que seguía girando. Su brillo fue menguando hasta desaparecer. El hombre seguía en el suelo. Cuando todo se calmó y el remolino brillante desapareció del todo, el hombre se paró lentamente, al frente de Rodrigo, a pocos centímetros de su cara. Sus ojos eran blancos, vacíos, como si no viera con ellos, como si su mirada lo atravesara.
Rodrigo
Habladme, ¿quién sois? Os ordeno que me digáis qué hacéis aquí. Soy Rodrigo de Bourges, señor del castillo y liberador del territorio por mandato del Rey.
(Música de tensión)
Narrador
El hombre permanecía de pie ante el caballero. No musitaba palabra y parecía no mirarlo. Tenía un objeto de cristal en las manos, pero ya no brillaba.
Rodrigo
Decidme quién sois. ¿Eres acaso ciego, y además mudo? Exijo que me habléis.
Narrador
Al tratar de acercarse, el hombre desapareció. Rodrigo se vio solo en la habitación iluminado por su antorcha. Todo quedó en silencio en medio de un frío que paralizaba su cuerpo. Al caminar unos pasos pisó de nuevo algo blando y grueso y recordó la serpiente. En ese momento ya no sentía miedo, solo lo embargaba una inmensa tristeza; la sensación de soledad se apoderó de él y lo obligó a subir de nuevo a la sala.
(Música triste de violines. Pasos de bota en escalas)
Narrador
Rodrigo subió, cerró la puerta falsa (sonido de puerta pesada) y buscó el jarrón de vino, sirviendo una copa (sonido de líquido vertiendo). Al sentarse en el comedor, miró de nuevo la puerta que llevaba al sótano y tratando de sobreponerse a la impresión recién vivida, apuró tres copas de licor, casi atragantándose.
Rodrigo
¡Oh padre mío! (sollozos) Hoy recuerdo tus palabras y te veo cuando me decíais: Siempre que entréis a un lugar, debéis garantizar ante todo la salida. ¿Ese lugar allá abajo la tiene? No sé a dónde vine a parar después de tantas luchas y tantos peligros…
Sirviente
Mi señor, ¿está usted por aquí aún? Os noto intranquilo… ¿os puedo servir en algo?
Rodrigo
¡Dejadme solo!, tengo asuntos que resolver.
(Se escuchan pasos rápidos del sirviente dejando la habitación)
Narrador
Rodrigo sintiéndose demasiado ebrio, se dirigió a su habitación cayendo bruscamente en la cama. Pronto entró en un profundo sueño, donde vio a una mujer desnuda bañándose en un lago, a su alrededor unas ovejas pastando en un jardín, cuyas flores eran de las más variada especie: rosales, orquídeas, azucenas… y al fondo, una cascada que golpeaba con su fuerza las rocas que la rodeaban (Ruido de cascada y balido de ovejas), la mujer se le acerca, tratando de seducirlo.
Mujer
Rodrigo, ven, despojaos de tus vestidos, ven, ven hacia mí, mi señor…
Narrador
La mujer del sueño, al estar cerca de él, torna su sonrisa en un gesto amenazante; se acerca y en su mano tiene el lazo con el que arrea los animales y trata de ahorcarlo.
(Gritos de hombre asustado, sonidos de forcejeo)
(Pasos del sirviente)
Sirviente
¡Señor, señor, despertaos, tenéis una pesadilla, despertaos!
Rodrigo
Por mi Dios, ¿Qué lugar es este?, ¡una hechicera trató de ahorcarme!
Sirviente
¿De qué habláis señor? ¿Una hechicera decís?
Rodrigo
Dios sabe de qué os hablo; era una mujer hermosa de rubios cabellos, y al menor descuido se me abalanzó y quiso matarme. Pasadme la antorcha, debo ir al sótano, estoy seguro de encontrar allí la respuesta a esto que parece cosa de demonios.
Sirviente
Señor, os recomiendo no ir a ese lugar, os lo suplico. Hablad con el arzobispo, él os sacará de dudas.
Narrador
Pero el caballero Rodrigo no atendió las razones. Con paso decidido, se dirigió al comedor y abrió nuevamente la puerta falsa que conducía al sótano (sonido de puerta crujiendo) Iba descalzo y se iluminaba con el candelabro. Al llegar, pisó nuevamente ese objeto blando y grueso y como estaba sin sus botas, sintió su superficie escamosa. La iluminó y vio que era la serpiente enrollada que no reptaba, vio que engullía su cola formando un círculo.
Rodrigo
¡Esto es cosa de demonios!, ¡Un ouróboros! Es un signo diabólico, Señor, dame fortaleza para luchar contra el maligno.
Narrador
La serpiente enrollada estaba quieta en el piso, y a su lado, el objeto esférico que el ciego había dejado abandonado. Parecía de cristal, era pesada, no emitía fulgor y cuando el caballero Rodrigo la tomó, de inmediato comenzó a brillar, irradiando luces que como rayos llenaban el sótano. Sintió una extraña calma, que lo llevó a dejar el candelabro sobre el piso; tomó con sus manos el objeto y se acostó. Cerró los ojos. Un círculo de luz giraba y se le acercaba como un tornado suave. Parecía como si levitara y se transportara, como si volara por entre nubes…
(Sonido de ventisca, del viento por entre los árboles)
Rodrigo
¡Señor mío!, ¡Dios amado! Si este es el viaje último hacia tu presencia, llévame en tu gracia divina. Ten compasión de este humilde siervo y perdona mis pecados y la sangre derramada en tu santo nombre.
Narrador
Rodrigo sintió que el espíritu salía de su cuerpo, flotaba entre nubes por una remota campiña que no reconocía, y no parecía estar en sus dominios. Desde arriba, vio dos personas, un hombre y una mujer bañándose desnudos en un riachuelo manso. A su lado, unas ovejas y en el fondo, una cascada (Sonidos de agua, de cascada, balidos). Esta imagen le recordó a la mujer de sus sueños. El agua del lago era cristalina y en el fondo se veía la serpiente. La joven era hermosa y de una cabellera rubia que caía sobre sus pechos. Él era fornido y de presencia majestuosa.
Rodrigo
Es un hombre muy parecido a mi rey, Felipe Augusto II, pero tiene algo distinto.
Narrador
Rodrigo desde el lugar en el que se encontraba, escuchó la conversación.
Mujer
¡Oh mi amado Rey! Tiemblo de saber que estoy aquí en vuestros brazos. Me hacéis sentir segura.
Rey David
No os queden dudas, mi hermosa Betsabé. Mi pacto de amor por vos es fuerte como la roca, os lo prometo. El hijo que lleváis en tu vientre será el sello de nuestra alianza.
Mujer
¿Estáis seguro de que mi esposo Urías saldrá de nuestro camino para que podamos estar juntos sin obstáculos? Debes prometerlo, mi señor. Me juego la vida en ello.
Rey David
Urías es pasado, querida. Mis hombres tienen la instrucción precisa de dejarlo solo cuando esté al frente, en el campo de batalla. No tiene opción. Pagará cara su obstinación de no atender a mis órdenes de yacer con vos para que vuestro hijo figurara como suyo y así encubrir ante el reino nuestro amor.
Mujer
¡Oh mi rey David! No os niego que tengo un peso en mi corazón por su destino, pero ya no amaba a Urías, señor mío, lo sabéis…
Rey David
No es momento de lamentos, mi bella Betsabé. Estaba escrito en el destino de todos que así se darían las cosas. La alegría por el nacimiento de nuestro hijo borrará toda tristeza y toda culpa de vuestro espíritu. Ya lo veréis.
(Sonido de viento borrascoso. Sonido de cascadas)
Narrador
Al escuchar con asombro ese diálogo, Rodrigo creyó reconocer en él lo sabido por las Sagradas Escrituras, pero le mortificaba ver en las caras de esos amantes a su monarca y a la mujer que vio en sus sueños. Esa imagen era una respuesta a una pregunta que desconocía. El remolino de luz desapareció y ya no viajaba por entre nubes. Se sintió cansado y decidió dejarse poseer por el sueño. Llegó la imagen de su rey, quien lo había enviado a este lugar. Confundido, cerró sus ojos y se descubrió acostado sobre el suelo del sótano.
Sirviente
Señor, despertad, despertad. Podéis pasar a la mesa. Mi señor…
(Pasos del sirviente alejándose)
(Sonido de viento borrascoso)
Narrador
El llamado del sirviente lo despertó, pero sus ojos no se abrían. Una sensación de impotencia y de imágenes nebulosas lo impacientó.
Rodrigo
¿Pero qué sucede? ¿Puedo ver? O ¿me he quedado ciego? ¡Socorredme, socorredme! ¡Sirviente ven acá!
Narrador
Su grito se ahogaba, el sirviente no podía escucharlo y el peso de su cuerpo le impedía pararse. Logró sujetarse, pero sus pies no sentían el suelo y esto le impedía permanecer de pie. Vio una rendija por donde se filtraba una luz y sintió un perro ladrar. Se arrastró hasta llegar y ver qué había en esa luz.
Rodrigo
(Respiración fuerte) ¿Qué me está pasando? Acaso mi rey quería encerrarme aca? ¿Este es el premio que merezco por mi valentía? Maldito sea el rey que busca destruirme.
Narrador
Rodrigo llegó hasta el punto por donde salía la luz, pero el resplandor le impidió aún más abrir los ojos.
(Ruido de cascada), (Risa de niña), (Ovejas)
Rodrigo
¿Qué es esto?, ¿quién está allá?
Narrador
Empujó la puerta y la luz desapareció. Miró de nuevo y vio un espejo pegado a ella y al mirarlo, pudo abrir sus ojos. Trató de verse, pero no se reflejaba en él, sin embargo allí vio con mucha nitidez la cascada y a una niña pastoreando las ovejas. Este lugar que veía le daba paz y quiso entrar, pero un perro grande de ojos miel, lo miró al otro lado del espejo (Ladrido-aullido de perro).
Rodrigo se sobresaltó y el animal desapareció. Recorrió el lugar con sus ojos y pudo ver varias chozas, en una de ellas una mujer en un telar y al lado, otra mujer de aspecto humilde alimentaba a un bebé. Siguió mirando fuera de la choza y el día se estaba poniendo gris. Observaba hombres y mujeres pastoreando, cortando madera, sus vestidos eran de cuero y lana.
Rodrigo
¡Oh Dios! ¡Son Vikingos! El castigo de Dios sobre Europa, ¿qué hacen acá? ¿Acaso vienen a saquearnos?
Narrador
Al volver su mirada a la cascada, allí estaba la mujer del sueño, la misma que se bañaba con el rey David; era hermosa y la sintió suya también. La niña que pastoreaba las ovejas caminó a la cascada, el perro negro la seguía y ella parecía no verlo. La niña trató de sumergir sus pies y el frío la paralizó. Rodrigo escuchó cuando la mujer habló
Mujer
Brenda, ¿has tocado la piel de la serpiente? ¿Puedes verme?
Niña Brenda
He tocado la piel de Ouróboros. Tengo miedo.
Mujer
Brenda, recuerda lo que te decía tu abuela: Cuando descubras el Ouróboros en el agua, si tocas con tus pies su piel, tendrás el valor de asumir tu destino. ¿Ya lo has tocado? ¿Ahora lo sabes? Eres una Völva, eres la nueva Völva de Normandía.
Niña Brenda
No quiero ser Völva. Ni hacer magia, ni ver el futuro, solo quiero estar en esta aldea con las cabras y pastorear las ovejas. Ayudarle a mi madre en el molino, amasar pan y estar en el telar con mi hermanito.
Mujer
Hermosa Brenda, siempre antes de entrar a un lugar, mira por dónde se puede salir. No busques la noche, aprovecha el día. No busques rendijas de luz que te muestren serpientes ocultas. Nada bueno llega con la oscuridad; miradme a mí, amé a mi rey en la oscuridad, pero lo que se esconde en las sombras te engaña. Perdí ese niño, y hoy su espíritu llora en tu choza. ¡Traedlo para mí! dejadme mirarlo y quedarme con su alma, que es mía y de mi rey. Mira el cielo y podrás ver los ojos que nos miran: somos los mismos dando vueltas. Tú no eliges si eres Völva o no; no es tu decisión. Eres una vikinga y Odín hoy te protege. Odín castigó mi traición y ahora Urías me mira, pero él no se ve en el espejo. Tú serás esa a quien él espera, pero él puede volver a morir engañado por un rey, porque como lo dice Ouróboros, todo es un ciclo perpetuo de destrucción y creación.
Narrador
Brenda corrió, pero resbaló en las piedras. Al intentar pararse, vio caer sangre de sus manos, volteó la palma para ver la herida y descifró dos líneas cruzadas.
Niña Brenda
La runa Gebo, la que guía mi destino. No debo luchar. Es claro que estoy signada para ser Völva y Völva seré.
Narrador
La niña salió del agua y pudo ver el perro Negro quién la llevó ante espejo y a través de él, miró a Rodrigo.
Niña Brenda
Acepto el regalo. Asumo mi destino. Espérame al final del camino, Rodrigo. Renueva tu marcha. Es hora de volver.
Narrador
Rodrigo estaba atónito, pero no tenía miedo. Sabía que era, pero al mismo tiempo no era su prometida Gracia, que lo esperaba en su ciudad de origen. Era más joven, pero era ella, lo supo sin dudarlo. Cerró los ojos y se vio de nuevo acostado en el suelo con la esfera de cristal entre sus manos contra su pecho. Esta vez se logró poner de pie, dejó la esfera en un rincón de la escalera, tomó la antorcha y subió de nuevo al castillo. Un enorme lastre de incertidumbre y soledad le pesaba sobre los hombros
(Música de suspenso, con percusión lenta, como ritmo cardiaco)
Sirviente
Habéis vuelto mi señor…qué os pasa. Vuestro semblante se nota preocupado
Rodrigo
Creo que teníais razón. Hay asuntos que es mejor no comprender, hay ciertos secretos que es mejor que permanezcan en la penumbra, hay cosas que superan el entendimiento. Antes me coronaba la gloria, ahora me perturba una confusión parecida a la locura. Servidme vino, necesito beber algo, tengo el espíritu como hirviendo en lava de volcán…
Sirviente
A vuestras órdenes mi señor. Tened…bebed a tu gusto (sonido de líquido) y ¿qué es lo que dices que os perturba el entendimiento, si no es mucha insolencia de mi parte?
Rodrigo
He visto figuras que parecen la viva imagen del infierno, tan vivos como vos y yo mismo ahora, con una voz más real que la vuestra misma. Con fríos y vientos que no pueden ser producto de mi imaginación y animales que podría tocar si me les acerco. Es cosa de magia, lacayo.
Sirviente
¿Y cómo creéis que es eso posible, mi buen señor? No os entiendo.
Rodrigo
Ni yo lo entiendo, ni creo que nadie lo haga. Es cosa del maligno, debe ser el precio por tanta sangre derramada, tanto fuego esparcido y tanta destrucción a nuestro paso. Aunque sea a nombre del rey y del papa, aunque portemos la bandera del creador, los saqueos y el oro, el maldito oro y las joyas nos han traído la desgracia. No encuentro otra razón.
Sirviente
¿Y por qué decís esas cosas?, ¿qué habéis visto abajo?, ¿tienen que ver con los ruidos que se escuchan?
Rodrigo
En ese sótano parece haber una puerta directa al infierno, lacayo. No son cuatro paredes cerradas y un cuarto húmedo. No. Es confuso. Hay un objeto que con solo tomarlo con las manos te lleva entre luces y nubes a espacios como de otros tiempos, otros mundos y otras gentes. Hablan en lenguas que no conozco y que entiendo sin esfuerzo, cuando no debería. Visten extrañas vestiduras y uno vuela sin alas.
Sirviente
¿O sea, mi señor, que también veis personas?
Rodrigo
Esas son las que me desconciertan. Y se repiten. Vi al rey David, el de la biblia y vi que era idéntico a nuestro Rey Felipe Augusto II, y en los retratos no se parecen, pero es como si el espíritu de uno hubiera entrado en el otro. Y lo mismo su mujer Betsabé, era la misma bruja que estaba tratando de iniciar a una niña como hechicera y robarse el alma de su pequeño hermano. Y esa niña aprendiz de bruja era igual a mi prometida, doña Gracia, que me espera en mi pueblo para desposarse conmigo y a la que le he jurado volver.
Sirviente
Me es difícil de comprender, mi señor…
Rodrigo
No tenéis que comprender nada. Servidme más vino… (Sonido de líquido). Debería estar contento de estar vivo, sano y glorioso y, creedme, no me importaría si el Creador dispusiera de mí cuerpo y de mi alma en este momento. Todo me da lo mismo.
Sirviente
¿Y qué pensáis hacer, mi señor?
Rodrigo
No sé. Voy a volver, no sé si es que hay una señal o algo que me falta comprender, pero debo mirar. Tal vez no he puesto la debida atención
Sirviente
¿Estáis seguro? Deberías pensarlo bien.
Rodrigo
No hay nada que pensar. Debo dar otra mirada.
Narrador
Rodrigo bajó nuevamente al sótano. Esta vez su rostro estaba adusto y sus hombros cargaban el peso de la angustia, del vino, del cansancio y la falta de sueño. Su cara era pálida, su barba descuidada, sus uñas y ropas se notaban sucias. Al llegar al final de la escalinata dejó el candelabro en el piso, tomó con sus manos el objeto y se acostó sobre el suelo. Encima de él, apareció el círculo de luz que giraba y se le acercaba como un viento suave.
(Sonido de brisa silbante)
De repente, el caballero Rodrigo de Bourges se encontró sobre una piedra, cerca de un campo de batalla. Había hombres muertos por todas partes y al frente, un herido grave. Para su sorpresa, era su vivo retrato, era él mismo. Se veía a sí mismo muriendo en el piso, herido, mientras él permanecía de pie observándolo, observándose. Los dos se miraban.
Caballero herido-misma voz de Rodrigo
Aún estáis a tiempo de regresar, noble Rodrigo. Huye, no vuelvas la vista atrás, ya has luchado mucho por algo que no es tuyo. Vuelve a tu tierra, allá te espera la vida, aquí solo encontrareis la muerte, como yo mismo ahora la he encontrado.
Rodrigo
¿Quién sois?
Caballero herido-misma voz de Rodrigo
Soy Urías, soldado del ejército del rey David. He sido mandado a la guerra y he quedado desprotegido para encubrir el pecado de mi propio rey, que me ha arrebatado a mi esposa Betsabé, la bella e infame Betsabé, quien guardaba en su vientre el fruto de su felonía. Pero no durará mucho tiempo. Ese engendro del demonio morirá muy rápido, consumido en los pecados y faltas de sus padres
(Música de suspenso)
Huid, caballero Rodrigo, recuperad vuestra vida. Os queda poco tiempo.
Narrador
Y al pie, el uno del otro, Urías, el soldado caído, murió. Tratando de asimilar y comprender todo lo que había visto y oído, Rodrigo tomó fuerte con sus dos manos la esfera de cristal y cerró los ojos. Se vio de nuevo en el piso del sótano, acostado, con la nube de luz girando ya a poca velocidad y disminuyendo sus destellos. Al abrir los ojos, se encontró con el ciego extrañamente vestido, el hombre silencioso que vio la primera vez. Parecía estar esperándolo. Rodrigo lo miró, se paró al frente de él, quien sin verlo extendió los brazos para recibirle la esfera de cristal. Le fue entregada. Sin decir palabra, se acostó en el piso y la nube circular se posó de nuevo sobre él.
Rodrigo no miró más y subió sin voltear a mirarlo otra vez. Nunca volvió a estar en ese universo, en ese sótano y fue la última noche suya en el castillo. Al otro día convocó a sus hombres y retornó a Portugal.
En su camino de regreso a Braganza, en el Duero, sus hombres lo percibieron apesadumbrado, ajeno, incluso envejecido, como si una astilla clavada en alguna parte de su espíritu le mancillara la alegría y le enturbiara el honor ganado en sus gestas legendarias, como si algo rondara su cabeza y la invadiera de pesadillas.
En su aldea lo esperaba Gracia Méndez, con quien estaba comprometida desde su infancia en matrimonio. Ahora, por fin después de tantos años la haría suya y tendrían un hijo, João Rodríguez Borges. Cuando nació, tuvo un destello que le hizo recordar la figura de ese niño que había visto en el lago en brazos de la madre que pretendía protegerlo de la Völva que lo acechaba. El gallardo y apuesto joven que había salido, ahora tornaba convertido en un hombre mayor, algo retraído, de piel pálida y ojeras profundas, de rostro tatuado por el sol de la montaña y cuarteado por arrugas hondas que trascendían sus verdaderos años.
Durante el resto de su vida desde que regresó, estuvo buscando a través de la cábala, de la alquimia, de la nigromancia, esa imagen y ese objeto que se perdieron ambos en la noche de los sueños…todo invita a pensar que fue una lucha estéril, una búsqueda yerta. Quizás no estaba preparado para ello, es posible que tuvieran que pasar muchas generaciones para que alguien lo estuviera.
Ni el arzobispo pudo saber qué significaba eso. Parecía cosa del maligno, acaso tratos extraños o discutibles pactos en remotas tierras pobladas de hereje…
Música de violines, algo juguetona
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